Llevo esta imagen como fondo de pantalla en el móvil. No porque sea dramática o llamativa, sino porque cada vez que la miro me recuerda algo profundamente humano: que no estoy solo en mis miedos.
¿Cuántas veces hemos sentido miedo y, al mirar a nuestro alrededor, descubrimos que no éramos los únicos? Que ese compañero de trabajo, ese amigo o incluso ese desconocido que cruzamos en la calle, también está lidiando con sus propias turbulencias internas.
La vida no es una cabina de piloto, pero muchas veces se parece: decisiones que tomar bajo presión, cambios repentinos en el clima de nuestras emociones, responsabilidad por quienes viajan a nuestro lado y esa incómoda sensación de que el control es más limitado de lo que quisiéramos admitir.
El miedo está ahí. En el entorno laboral cuando nos enfrentamos a un nuevo reto, una reunión complicada o una tarea que nunca hicimos. En la familia, cuando tomamos decisiones que afectan a quienes más queremos. En lo cotidiano, simplemente por salir de casa, cruzar una calle o decir lo que realmente pensamos.
Pero, ¿significa eso que estamos en peligro constante?
No necesariamente. A veces el peligro no es real, sino percibido. A veces, lo que nos asusta no es la caída, sino la posibilidad de que otros vean que no tenemos todas las respuestas. El miedo, en muchos casos, es más un sistema de alarma que una advertencia de tragedia.
La vida no es una cabina de piloto, pero muchas veces se parece: decisiones que tomar bajo presión, cambios repentinos en el clima de nuestras emociones, responsabilidad por quienes viajan a nuestro lado y esa incómoda sensación de que el control es más limitado de lo que quisiéramos admitir.
El miedo está ahí. En el entorno laboral cuando nos enfrentamos a un nuevo reto, una reunión complicada o una tarea que nunca hicimos. En la familia, cuando tomamos decisiones que afectan a quienes más queremos. En lo cotidiano, simplemente por salir de casa, cruzar una calle o decir lo que realmente pensamos.
Pero, ¿significa eso que estamos en peligro constante?
No necesariamente. A veces el peligro no es real, sino percibido. A veces, lo que nos asusta no es la caída, sino la posibilidad de que otros vean que no tenemos todas las respuestas. El miedo, en muchos casos, es más un sistema de alarma que una advertencia de tragedia.
La pregunta no es si tendremos miedo. La pregunta es: ¿qué hacemos con él? Podemos gritar… o podemos mirar al de al lado y decirle con honestidad: “Tranquilo, yo también estoy asustado, pero aquí estoy, contigo.”
Porque ahí radica la fuerza: en la humanidad compartida. En saber que, aunque no tengamos el control total, tenemos la capacidad de mantener el rumbo. Que no estamos solos en la incertidumbre. Que la vulnerabilidad no es debilidad, sino un puente hacia la confianza.
A nivel profesional, ¿qué pasaría si en lugar de escondernos detrás de una fachada de seguridad absoluta, reconociéramos que estamos aprendiendo juntos?
En nuestras relaciones, ¿y si pudiéramos decir “no sé” o “me preocupa” sin que eso reste valor a nuestras decisiones?
La vida no es una misión militar, pero a veces se siente igual de intensa. Y en medio del ruido, un mensaje como este, colocado con humor y honestidad en el casco de alguien que probablemente se juega la vida cada día, es casi un acto de ternura:
“No grites. Estoy tan asustado como tú. Pero seguimos adelante.”
A veces, eso es todo lo que necesitamos escuchar.
Y a veces, eso es exactamente lo que debemos atrevernos a decir.
Hoy comienza mi semana, como siempre deseo que la vuestra sea fantástica.
hashtag#colaboracion hashtag#emprender hashtag#accion hashtag#determinacion
#trabajo#humanismo hashtag#opinión
hashtag#LinkedIn hashtag#motivación hashtag#compañeros
hashtag#whatinspiresme hashtag#personalbranding hashtag#marcapersonal
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Porque ahí radica la fuerza: en la humanidad compartida. En saber que, aunque no tengamos el control total, tenemos la capacidad de mantener el rumbo. Que no estamos solos en la incertidumbre. Que la vulnerabilidad no es debilidad, sino un puente hacia la confianza.
A nivel profesional, ¿qué pasaría si en lugar de escondernos detrás de una fachada de seguridad absoluta, reconociéramos que estamos aprendiendo juntos?
En nuestras relaciones, ¿y si pudiéramos decir “no sé” o “me preocupa” sin que eso reste valor a nuestras decisiones?
La vida no es una misión militar, pero a veces se siente igual de intensa. Y en medio del ruido, un mensaje como este, colocado con humor y honestidad en el casco de alguien que probablemente se juega la vida cada día, es casi un acto de ternura:
“No grites. Estoy tan asustado como tú. Pero seguimos adelante.”
A veces, eso es todo lo que necesitamos escuchar.
Y a veces, eso es exactamente lo que debemos atrevernos a decir.
Hoy comienza mi semana, como siempre deseo que la vuestra sea fantástica.
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