Llegar a ese punto en la vida donde puedes mirar atrás sin arrepentimientos no significa haber tomado siempre las decisiones correctas. Significa haberlas tomado con conciencia, habiendo puesto el corazón y el esfuerzo en cada paso.

No se trata de haber sido perfecto, sino de haberlo intentado con todas tus fuerzas. De haberte disculpado cuando tocaba. De haber trabajado para crecer, para no repetir errores, para cuidar a los tuyos, para hacer el bien aunque nadie mirara.

Y sobre todo, de no haberte quedado de brazos cruzados esperando a que “algo” cambiara por ti.

Hoy no hablo desde la cima, ni desde el final. Hablo desde el camino. Ese donde cada día uno elige seguir dando lo mejor de sí, aunque a veces no salga, aunque duela, aunque cueste.

Porque cuando das todo lo que tienes dentro en lo personal, en lo profesional, en lo humano, puedes dormir en paz. Y vivir con orgullo.

Si mañana fuera tu último día… ¿podrías decir que hiciste lo mejor que pudiste?

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