Porque, seamos sinceros, todos sabemos que volver cuesta, pero.. y si cuesta más porque hemos decidido convertirlo en un drama colectivo?. Es curioso porque nadie se queja cuando llega el viernes o cuando aparece un puente en el calendario, pero septiembre o el primer lunes tras las vacaciones son tratados casi como una tragedia griega.

Al final, volver a la oficina a tu negocio, o en mi caso a vender palos de golf no es tan diferente de cualquier otro día del año. Madrugas, te pones en marcha, revisas correos, te tomas un café demasiado rápido y, poco a poco, el engranaje vuelve a girar. Lo raro no es eso, lo que a mi me parece raro es la cara con la que mucha gente decide afrontar esa vuelta, ese gesto de sufrimiento, quejas exageradas, y el ya clásico “necesito otras vacaciones para recuperarme de estas” que sinceramente me mosquea bastante.

Quizá la clave está en cómo lo contamos. Si lo ves como una condena, será una condena. Si lo ves como parte del ciclo normal, con un poco de ironía de por medio, deja de ser tan terrible.
Porque, entre tú y yo, no pensarías que las vacaciones hayan borrado el Excel? modificado la actitud de algunos clientes? o cambiado las reuniones innecesarias de última hora?. Todo sigue ahí, exactamente donde lo dejaste.

La diferencia está en la actitud con la que decides abrir la puerta el primer día. Puedes hacerlo con la mala cara de siempre o con un punto de humor, aceptando que volver forma parte del juego y que quizá no sea para tanto.

La vuelta no es el fin del mundo, aunque a veces lo parezca en los titulares. Es simplemente volver. Y a veces, si lo miras bien, incluso puede tener su gracia. El reencuentro con compañeros, los comentarios sobre dónde ha ido cada uno, la comparación absurda de bronceados, o esa primera reunión en la que todos fingen estar muy motivados mientras piensan en el próximo festivo.

Así que vuelvo a la pregunta inicial...